La noche que va llegando y te envuelve en su bruma.
¡No desdibuja, empero, las líneas de tu figura!
La misma que luces grácil, ondulante y taciturna.
Te bebes así las aguas, del mar, que te mira y se burla
del Sol que se va muriendo, porque ya viene su Luna…
Tus ojos miran un cielo que se viste de horizonte.
¡Más allá de tus pupilas, sientes, habita tu hombre!
Como la cera a su lumbre, es la esperanza que nutre
el pabilo que en tu espera, inerme ya se consume.
Cuando su imagen cautiva de tus pestañas, te turbe.
Daniel Palavecino
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