Y busco en mares de sombras, una brújula que oriente
una existencia cautiva, de un dolor, que no se muere.
La luna interrogando. ¿Qué tú haces?... ¿Qué pretendes?
Y la voz del Universo, entrecortada de hastío,
me grita en silencios vanos: ¡Ya no hay oro en este río!
Poco a poco se desangran las vides de un amor terco,
que mereció ver la luz, pero hoy sólo es un ciego.
No sólo perdió sus ojos, tampoco le quedan cuencos...
Y me rehago de a poco por empuje de mi ser,
que alimenta mis palomas y asume, de cuando en vez,
emigren hacia otros valles... donde florece un clavel.
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Daniel Palavecino
Derechos de Autor
2 Noviembre 2008
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