Si me ves entre las sombras de tus fantasmas viajeros,
y me descubres, pequeño, esperando tu sonrisa;
verás que el cielo se apiada de tus días de trasiego,
y sentirás que me manda, a por ti, como una brisa.
Si te pones a la altura de este Niño que es un Hombre,
y miras tierna, sus ojos, como buscando respuestas;
verás que vino a traerte del universo su lumbre,
y sabrás con gran alivio, que bien de ti, Dios se acuerda.
Si le dices a este niño que son posibles sus sueños
y chispas, como destellos, en sus ojos ves le brillan;
verás el amor más puro que te han enviado los Cielos,
y le amarás sin condiciones, vaciada, de tus mochilas.
Si lo encuentras por las noches llorando y sin contento
y le consuelas, con ansias, de ver su rostro sonriendo;
verás que Dios va cavando dentro de ti sus cimientos
y te abrirás al milagro, de su amor, y complemento...
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Daniel Palavecino
6 Noviembre 2008
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